Enfermo
de dolor, perseguido por tantos y tantos, murió y fue enterrado dentro de una
caja de pino, cubierto con la bandera de México -nación que siempre estará en
el corazón de lo republicanos españoles- al ser prohibida la enseña de esa
España derrotada que tanto amo y por la que dio la vida.
Pasaron
los años de cielo negro, los años de fascismo, represión bárbara, explotación.
Murió el dictador y España de la mano de un Rey nombrado a dedo por el criminal
Franco, al que le juró de todo para ser coronado, retomó un grisácea democracia
que nada tiene que ver con aquella primavera luminosa de 1931 en la que el
pueblo expulso a un rey manchado en una dictadura cruel y en un desastre
marroquí nunca investigado.
El pueblo había hecho justicia pero los
militares españoles, los aviones nazis y los ejércitos italianos se la
arrebataron a punta de crimen, a punta de fascismo. ¡No de otra forma!, pues el
pueblo respondió al criminal atentado con el heroísmo esperado de una nación
que renacía después de siglos de barbarie monárquica. Nazis y fascistas, la No Intervención de
la mano de ingleses y franceses que dejó desarmada a la República el apoyo
larvado de tantos y tantos al franquismo hicieron posible la derrota de la República , nunca los
mola ni los yagües que habrían sido derrotados de un mamporro por los
trabajadores.
Lo
primero que hizo la seudo democracia Juan carlista, -esta vez utilizando a los
partidos de izquierda PSOE y sobre todo PCE- fue echar cal viva sobre la tumba
de Azaña. ¿Qué temían? A los partidos republicanos no se les legalizo
frustrándoles la posibilidad de que se presentaran a las importantes elecciones
en las que se dividió el pastel español, por tanto su voz, la más autorizada,
la voz de los republicanos, desconocemos con que fuerza no pudo oírse en los
debates constitucionales que llevaron al bodrio de la constitución de 1978.
Hoy,
muchos años después, cuando el PCE es sólo una sombra de aquel partido que
lucho en la clandestinidad contra el franquismo desde el día siguiente de la
derrota, con el sacrificio heroico de miles de militantes como Las Trece Rosas,
¡que lo hicieron por la
República ! cuando la historia los están mandando a las
catacumbas, pretende hacernos creer que han enarbolado la bandera de la República. No es
verdad. Pues, si lo fuera, la primera obligación PCE-IU sería explicar su
comportamiento en la transición.
Como
en Santa Gadea Alfonso VI hoy el PCE, debe prometer que nada tuvieron que ver
en aquella traición que coronó a un rey franquista y relego el republicanismo
al ostracismo más terrible. Si el PCE quiere recobrar su cuerpo tendrá que
explicar su comportamiento en la transición y en caso de culpa autocriticarse
honestamente y humildemente.
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