sábado, 29 de enero de 2011

Republicanismo y Federalismo 1ª parte



Uno de los más valiosos legados de la II República Española es sin duda el pensamiento republicano y sus valores, porque si ayer fueron ejemplares, hoy todavía permanecen vigentes: la libertad, la igualdad, la laicidad, la virtud cívica, el federalismo, el respeto de los derechos humanos. En una palabra, el compromiso con una democracia avanzada.

Pero además de los valores políticos, recordemos también los ideales humanistas que la animaban: la honestidad, la fraternidad y, en general, el compromiso con la suerte de los trabajadores y el bien común.

Todos aquí podemos compartir una misma afirmación: que la España laica, republicana y federal, la de las fraternidades obreras, los círculos esperantistas y los ateneos populares murió en 1939 a manos del fascismo, pero que los valores republicanos, por su carácter universal, perviven en el día de hoy y renacen con vigorosas raíces. 

Por eso, la conmemoración de la II República no es un acto nostálgico de recuerdo del pasado, sino que nos invita a una reflexión renovadora sobre los problemas que todavía permanecen sin resolver en la España de nuestros días.
Proclamada el 14 de abril de 1931, la II República trajo varias innovaciones de gran calado que pretendían superar, en sentido modernizador, los principales factores de atraso social y político que había venido padeciendo el país desde los inicios del siglo XIX:
- En lo político, el establecimiento de una auténtica democracia representativa;
- En lo social, la reforma agraria y una legislación laboral acorde con los tiempos;
- En lo religioso, la instauración de un Estado laico, mediante la separación del Estado y de la Iglesia;
- Y en lo militar, la subordinación de las fuerzas armadas al poder civil.

La II República fue el primer régimen realmente democrático en nuestra Historia, con medidas tan decisivas como la implantación del sufragio verdaderamente universal con reconocimiento del derecho al voto de las mujeres. La Constitución de 1931 fue también la primera que abordó el reconocimiento de los derechos sociales y económicos, y las bases de lo que hoy conocemos como Estado de Bienestar.

Asimismo, trató de resolver al problema de la articulación territorial de España mediante el sistema federalista elaborados por iniciativa de los territorios que aspiraban a su autogobierno y se adelantó en proclamar la renuncia a la guerra como instrumento de política internacional. La Carta Magna instauró un Estado moderno, laico y democrático. Introdujo el principio de laicidad del Estado y medidas como el divorcio, el matrimonio civil y la enseñanza laica.

La Constitución republicana de 1931 definía a España como “una república democrática de trabajadores de toda clase, que se organiza en régimen de Libertad y de Justicia”.

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