lunes, 26 de septiembre de 2011

Juan Carlos Borbón acumula una fortuna de 1.790 millones de euros



La familia del Rey Juan Carlos hace sus negocios. Su yerno es consejero de Telefónica. Su hermana se centra en las empresas de lujo. Su primo hermano llena sus bolsillos con negocios de telecomunicaciones, autopistas y petróleo.
Y la lista se amplía según descendemos en su árbol genealógico. Pero al rey oficialmente no se le conoce ninguna otra empresa que la Jefatura del Estado.

Entonces, ¿cómo ha conseguido amasar una fortuna estimada por las revistas Forbes y Eurobusiness en 1.790 millones de euros? Diferentes libros y cargos públicos denuncian que los regalos recibidos y el uso de testaferros podrían acercarnos a la respuesta a esta pregunta. Por ejemplo, para su último yate Fortuna empresarios mallorquines sumaron una colecta, sugerida por el propio rey, de 2.600 millones de pesetas, según el periodista Matías Vallés, a lo que el Gobierno regional de Jaume Matas (PP) sumó 400 millones. Y así disfruta de sus veraneos, como cada año recogen las imágenes de la familia real en Mallorca. La mayoría compartidas con numerosos logos de conocidas empresas.
“Hay que tener cuidado con la estimación de Forbes porque incluía cosas del Patrimonio Nacional. A su nombre no encontramos nada legalmente. Incluso se le ha acusado e investigado por delitos financieros, como el cobro ilegal de comisiones y el robo de las obras de arte del Ducado de Hernani”, denuncia Iñaki Errazkin, autor de ‘Hasta la coronilla. Autopsia de los Borbones’.

La única forma de conocer sus ingresos públicos es rastrear los presupuestos. Directamente en 2009 recibió 8,9 millones. “Patrimonio Nacional destina unos 140 millones al mantenimiento de palacios y otras posesiones, seis millones del Ministerio de Administraciones Públicas son destinados para asesores, funcionarios de élite… Además, el parque móvil de unos 60 vehículos de alta gama corresponde al Ministerio de Economía y todos sus viajes corren a cargo de Defensa o Asuntos Exteriores”, explica Antonio Romero, ex diputado de IU y coordinador de la Red de Municipios y Cargos Públicos por la III República.

Pero las cuentas no cuadran. Y nadie lo puede investigar. El artículo 56 de la Constitución establece que “la persona del rey es inviolable y no está sujeta a responsabilidad”. Incluso tras el nombramiento de un interventor de las cuentas reales en 2007, la Casa Real afirmaba que era “una decisión administrativa y burocrática adoptada por el rey para mejorar el funcionamiento interno de la institución, no tiene más trascendencia“.

La Casa Real actúa como un verdadero paraíso fiscal, interpretan la disposición libre de su presupuesto, como que no tienen que dar explicaciones a nadie”, denuncia Romero. La falta de control por parte, incluso, de los propios organismos públicos, fue denunciado en abril ante el Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo por Esquerra Republicana de Catalunya.

Recientemente, Gaspar Llamazares (IU) tenía que ampliar una pregunta al Gobierno sobre si podía dar “garantías de que ningún recurso de la familia real esté en paraísos fiscales” a todas las instituciones del Estado. No era la primera vez que denuncias similares se hacían públicas.

Patricia Sverlo recogía en ‘Un rey golpe a golpe’ (Ardi Beltza, 2000) que tanto él como su familia tienen ahorrados 6.000 millones de pesetas en bancos suizos, por “si las cosas se tuercen en el Estado”. Los escándalos económicos han salpicado en numerosas ocasiones a Juan Carlos de Borbón. Y han servido como indicios de los negocios en que podría estar involucrado. Durante los gobiernos de Felipe González, varios casos de corrupción fueron protagonizados por empresarios y personas de su máxima confianza: Javier de la Rosa, Manuel Prado de Colón y Carvajal, José María Ruiz Mateos o Mario Conde pisaron en varias ocasiones los tribunales. Una situación que vuelve a estar presente con la publicación en septiembre del libro de Conde, Memorias de un preso, donde relata los intentos del rey por frenar la intervención de Banesto y su posterior enjuiciamiento.

A ellos se suman nuevos episodios, aunque toquen más de cerca a su sucesor. A primeros de agosto era detenido Pepote Ballester por el escándalo del Palma Arena; y Telma Ortiz, hermana de la princesa Letizia, era nombrada ‘a dedo’ subdirectora de Proyectos del Departamento de Relaciones Internacionales del Ayuntamiento de Barcelona (PSC e ICV).
Humildes comienzos: Desde su designación como heredero de Franco, el rey no ha dejado de incrementar su fortuna privada. Siempre se recuerdan los problemas económicos que tuvo su familia tras el exilio de Alfonso XIII. Pero todo cambió desde que Luis Valls Taberner (Banco Popular) empezara a administrar una “suscripción popular” para aportar liquidez con el apoyo de otros banqueros, muchos nobles y empresarios franquistas.

Posteriormente recogería el testigo José María Ruiz Mateos. Un hecho que utilizó para intentar protegerse de la Justicia cuando Rumasa le fue expropiada. Entonces denunció haber entregado mil millones de pesetas al monarca. La fortuna de Juan Carlos de Borbón y su familia ha continuado aumentado. Y de forma ‘discreta’. ¿Hasta cuánto? No lo sabemos, pero la cifra de 1.790 millones “nunca ha sido desmentida por La Zarzuela”, según se recogía en un escrito del coronel Amadeo Martínez Inglés al Parlamento en 2008, quien un año antes había publicado ‘Juan Carlos I, el último Borbón. Las mentiras de la monarquía española’.

República: Algunas razones





Despachar la opción republicana por los errores del pasado como hace el señor Torné en el artículo publicado en el Ideal   el pasado 10 de abril no es sino un despropósito. Es atarnos una rueda de molino al cuello para que perezcamos con ella. No es diferente de los republicanos que viven anclados en el pasado. Para éstos, la II República fue una etapa gloriosa que hay que repetir. Para otros como el señor Torné, una etapa infausta que jamás hay que revivir. A ambos los ciega el pasado.


Los hombres de aquellas repúblicas ya no existen. Para lo bueno y para lo malo, no están aquí. Así que se puede construir una República sin el lastre del pretérito, sin los errores ni aciertos de nuestros bisabuelos, sino con nuestros propios aciertos y errores. ¡Porque en la construcción de una República puede haber errores, claro! Lo importante es arbitrar mecanismos de corrección perennes, eficaces y rápidos.

Tales mecanismos han mostrado su incapacidad en la presente Monarquía, una de cuyas mayores rémoras es la falta de división de poderes. Aunque sobre el papel hay un poder ejecutivo, otro legislativo y otro judicial, y se prohíbe el mandato imperativo a los parlamentarios (no pueden obedecer a sus jefes de partido), en la práctica los diputados son meros aplaudidores y acatan dócilmente las decisiones que les transmiten sus superiores. ¡Y ay del que se farríe! Sus días están contados. Con lo que se produce la impostura de que las leyes las elabora el partido en el poder, que dicta además la actitud de los parlamentarios en las votaciones, y que luego ejecuta la propia ley. Algo que no está lejos de la dictadura.

Si el poder ejecutivo y legislativo son el mismo, no ocurre algo distinto con el judicial, cuyos máximo órganos son también una representación de los partidos. No es extraño por ello que prosperen leyes claramente inconstitucionales y atentatorias contra la igualdad de los españoles.

Pero aunque tales desafueros desaparecieran (lo que por otra parte parece dudoso), aún sería necesaria una República. Los símbolos no son gratuitos. Cuando en la cabeza del Estado hay una familia que se sucede por razón de su apellido, toda la sociedad queda impregnada. El apellido vale más que el mérito. La familia a la que perteneces vale más que tu instrucción o tus conocimientos. Debes beneficiar antes a tu familia que al país. Y esto es lo que hemos vivido en las últimas décadas. Hijos y familiares favorecidos por la política. Y para el pueblo llano, el famoseo, donde vales por tu apellido o por con quién te has acostado, pero no por tus capacidades ni tu formación.

Lo monárquico también se refleja en el sistema electoral: no puedo elegir personas concretas, no puedo elegir a aquellos que considero honrados o preparados o buenos gestores, sino un paquete con siglas. Un búnker atado y bien atado. Elijo una marca bajo la que se refugian individuos de toda condición, pero no puedo elegir a estos individuos.

Por eso no puede ser indiferente la forma de gobierno. Que la Monarquía haya traído prosperidad (es la misma prosperidad que ha vivido Occidente) no es una razón de peso. Como no es una razón vivir con nuestro papá porque vivimos muy bien. Mire usted, yo quiero independizarme. Quiero ser yo mismo, aunque viva peor. Quiero ser yo mismo, con mis virtudes y mis defectos, pero yo mismo.
Por lo demás, los errores de hoy pueden ayudarnos a construir la República del mañana. Así, el desastre autonómico debe introducir correcciones en un sistema republicano. Pienso que el centralismo es una conquista del estado moderno y que implica una garantía de igualdad para todos los ciudadanos. Los derechos históricos son algo medieval, y no tienen sentido en un estado del siglo XXI. Defenderlos, apoyarlos, propiciarlos, es algo reaccionario. Hay por otra parte cosas irrenunciables al Estado, como la Educación.

Así que no tengo la rueda de molino del pasado atada al cuello y, por tanto, me libero del tradicional federalismo republicano español. Es posible construir una república sin los fallos ni ataduras del pasado, llámese éste I, II República o Monarquía parlamentaria. Puedo construir una República desde la razón, la lógica y la democracia.

Tal República no está tan lejos como algunos pretenden. Zapatero ha hecho más por esa República que todos los republicanos juntos. No porque sea republicano, sino porque su gobierno, el peor de la España contemporánea, ha sido una suma de todos los vicios, desvaríos y contrasentidos del actual sistema. El desprestigio en que Zapatero lo ha sumido corroe sus más hondos cimientos. Herido de muerte, se tambalea. Puede que, apuntalado aquí y allá, aún tarde en caer. Pero caerá, de eso no cabe duda. Habrá una III República.